Cómo Convertir tus Ideas en Metas Alcanzables

Constantemente te preguntas: ¿por qué no puedes lograr lo que te propones si tienes el talento para conseguirlo? Si eso te ha sucedido, este artículo puede ser de gran utilidad para ti.

Con frecuencia se nos ocurren ideas que, bajo nuestra óptica, resuelven muchos de nuestros problemas; sin embargo, al momento de llevarlas a cabo, se diluyen en el tiempo o simplemente se esfuman con la misma rapidez con la que surgieron. Existe la posibilidad de recordarlas, pero para ese momento carecen de importancia, pues pensamos que están condenadas a fracasar como en intentos anteriores. Hoy quiero compartir contigo un ejercicio que puede ayudarte a materializar tus ideas y convertirlas en metas alcanzables y absolutamente posibles.

Como primer paso, debemos identificar si la idea es realizable y, para ello, es necesario determinar si contamos con los recursos suficientes para alcanzar su materialización. Cuando hablamos de recursos, no solo nos referimos al aspecto económico. Si bien este es un factor importante, no es el más determinante a la hora de conseguir una meta. Muchas de las grandes empresas actuales nacieron en un garaje o en una habitación. Al evaluar los recursos, debemos determinar si el conocimiento que poseemos es suficiente para ejecutar la idea y convertirla en realidad. También es fundamental evaluar si contamos con el tiempo necesario para invertir en su desarrollo. La motivación será otro factor determinante, ya que permitirá que mantengamos el foco sin desviarnos del propósito. Tanto el esfuerzo como el enfoque deben estar orientados en la misma dirección.

Si conseguimos dar respuesta a las preguntas del primer paso, ya hemos pasado el filtro inicial. Ahora, en el segundo paso, debemos encontrar colaboradores, aquellas personas que nos ayudarán a materializar la idea. Como seres humanos, a veces necesitamos la ayuda de otros. Usualmente necesitamos un colaborador, y el primero, quien juega un papel muy importante, somos nosotros mismos.

Resolviendo el segundo paso: “Encontrar al colaborador más importante”

El colaborador más importante para la materialización de nuestras ideas somos nosotros mismos. Sin duda alguna, somos los artífices de nuestro destino. Los resultados que obtengamos dependen completamente de nuestras acciones y nadie se beneficiará tanto de estos como nosotros.

Entonces, ¿qué puede convertirnos en nuestro principal detractor?

Existen tres aspectos importantes a tener en cuenta: el sobrepensar, la autocrítica y la procrastinación.

Sobrepensar puede definirse como el exceso de análisis que hacemos de ciertas situaciones, poniendo límites considerablemente grandes a la ejecución de tareas y, por ende, al logro de resultados. Pensar en los detalles mínimos sin haber comenzado retrasa el proceso de ejecución y nos llena de dudas e inseguridades que frenan la toma de decisiones. En otras palabras, provoca parálisis por análisis, retrasando cualquier avance hacia la consecución de las metas.

La autocrítica debe existir a un nivel moderado, lo suficiente para que nos permita ser racionales al buscar nuestros objetivos. La autocrítica excesiva genera miedo al fracaso, dudas e incertidumbre, minando así la autoconfianza. Si nos juzgamos con dureza, sentiremos, sin haber comenzado, que ningún esfuerzo valdrá la pena ni será suficiente, lo que nos dejará desmotivados e inactivos. Este tipo de comportamiento limita la creatividad, ya que la energía se estará enfocando en resolver errores que aún no hemos cometido.

La procrastinación se define como el hábito de retrasar o posponer tareas importantes para realizar otras menos relevantes o que producen un placer momentáneo. En otras palabras, consiste en aplazar deberes necesarios por distracciones que brindan placer instantáneo. Este mal hábito no permite iniciar las labores fundamentales de la vida; por el contrario, nos mantiene en una constante autocomplacencia, aplazando todo para el futuro. Finalmente, se repetirá el ciclo de manera continua hasta que decidamos romperlo y tomar acción.

Ahora bien, ¿cómo podemos empezar? ¿Cuál es el siguiente paso?

Debemos transformar aquello que consideramos un sueño en una meta. Primero, escribe ese ideal como un objetivo, estableciendo estrategias para lograrlo.

Nuestro pensamiento es un conjunto de estímulos eléctricos que circulan por el cerebro, pero no es posible verlo ni tocarlo. Por eso, la primera estrategia deberá estar orientada a hacerlo visible y tangible; con escribirlo en una hoja de papel ya habremos avanzado. Una vez escrito, será momento de responder las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué es lo que queremos lograr?
  2. ¿Por qué queremos lograrlo? ¿Qué beneficios nos traerá cumplir esa meta?

Una vez demos respuesta a estas dos preguntas, podremos saber si contamos con la suficiente motivación para seguir adelante. Luego responderemos:

  1. ¿Cómo vamos a lograr la meta? Debemos construir una lista de cinco actividades que nos permitan alcanzarla. Seamos coherentes e inteligentes: es mejor una pequeña actividad repetida todos los días que un gran esfuerzo realizado solo en una ocasión.
  2. ¿Cuándo vamos a empezar? Para entrar en acción, estableceremos un horario para la realización de las actividades. No son necesarias las jornadas extenuantes, pero una vez que comencemos, debemos mantenernos en acción diaria.
  3. ¿En dónde realizaremos estas actividades? Ya tenemos más claridad sobre cómo materializar la idea; ahora solo falta definir el lugar donde llevaremos a cabo cada una de ellas.

Si has llegado hasta aquí con la intención de materializar tus metas y estás dispuesto a comprometerte, te aseguro que la probabilidad de éxito será muy alta. Construye un diario, registra todos los días tus avances y las nuevas tareas; de esta manera podrás medir tu grado de progreso.

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